Capítulo 294
Capitulo 294: Descubriendo su Secreto
-¿Donde estas?
Altana no se permitia albergar falsas esperanzas, necesitaba verificar personalmente qué queria ese
DRSONAL
-Enfrente del Hospital Serenidad, sal y me verás.
Parecia que ya esperaba que Aitana siquiera su juego, Después de decir eso, colgo, Aitana se qued atonita por un momento, su inquietud creciendo cada vez más. Rápidamente, trato de ocultar su ansiedad y regreso a la habitación con un aire de agotamiento,
-Tengo hambre, voy a comer algo,
Nadie le respondió. Aitana les echo un vistazo a los dos presentes en la habitación, mordió su labio y salió en silencio. Al salir del Hospital Serenidad, siguió las indicaciones de la llamada y miro hacia el frente del hospital
Inmediatamente vio a un hombre vestido de negro que le hacia señas, como para asegurarse de que This is from NôvelDrama.Org.
Aitana lo había visto, luego se giró y entró en un callejón detrás de él.
Aitana ic siguió sin dudar. El hombre se mantuvo a unos metros delante de ella, girando varias esquinas hasta que de repente, desapareció. Aitana aceleró el paso, corriendo para ver donde estaba, cuando de repente una mano grande se extendió desde un lado, arrastrándola hacia la oscuridad,
-¡Ah—!
Antes de que pudiera gritar pidiendo ayuda, su boca fue cubierta, Luego, una oleada de mareo la invadió. Justo antes de perder la conciencia, Aitana solo pudo escuchar un «
del hombre.
Al despertar de nuevo, Aitana logró discernir el entorno que la rodeaba, descubriendo que se encontraba en una habitación sombria. Yacía en la cama, con sus manos y pies atados. Emitió un grito lleno de furia, intentando liberarse sin éxito, como si intentara mover un árbol siendo un simple insecto. Consciente de que alguien la observaba, comenzó a gritar hacia cada rincón de la habitación:
-¡Sal, quién quiera que seas! Sea lo que sea que pretendas hacer, muéstrate y hazme saber tus
intenciones.
-¿Sabes quién soy? Soy la única con sangre de la familia Valenzuela en el Grupo Valenzuela, una entidad que posee una fortuna de billones. ¿Es dinero lo que quieres? Puedo dártelo, -expresó Aitana, intentando seducir a su captor con diversas ofertas, solo para ser recibida por el silencio del lugar.
Gradualmente, la desesperación se apoderó de Aitana.
Te lo suplico, ¿qué es lo que quieres?
La posibilidad de que su captor no deseara dinero la llenaba de terror ante las consecuencias
inimaginables.
-You
Finalmente, una voz rompió el silencio. Era la misma voz masculina que habia escuchado al teléfono antes. Siguiendo la dirección de la voz, Aitana vio cómo se abría una puerta y un hombre vestido de
negro entraba, aunque solo pudo ver la mascara que cubría su rostro.
-¿Quien eres? -preguntó, percibiendo que este hombre representaba un peligro mucho mayor al que habla imaginado.
-No me reconoces-
La voz del hombre era apenas un susurro, cargado de ironía y resentimiento, pero pronto su mirada se endureció, prometiendo que Aitana eventualmente descubriria su identidad, aunque no en ese momento,
-¿Qué es lo que quieres? -Aitana insistió, buscando comprender sus intenciones.
Con una risa ligera, el hombre insinuó sus deseos de manera provocativa, a lo que Aitana respondió con firmeza, amenazándolo con las consecuencias si se atrevia a hacerle daño, apelando al poder de su abuelo.
Sin embargo, el hombre no mostro miedo, sino desden, insinuando tener conocimiento de algo que podria poner a Aitana en una posición aún más vulnerable. Confundida y alarmada por sus palabras, Aitana se quedó sin palabras cuando el sacó un teléfono, mostrándole un video que capturaba un momento comprometedor: Aitana misma, empujando la silla de ruedas de Don Raúl por un puente, un acto que culminó en un accidente visible en la grabación.
-No puede ser…
En ese momento. Aitana realmente entró en pánico. ¿Cómo es que la hablan grabado? ¿Y cómo esta persona logró entrar en la Villa Valenzuela?
-¿Tú— fuiste uno de los invitados ayer?
Aitana revisaba su memoria, intentando identificar al correspondiente entre los invitados de ayer, pero parecia imposible encontrarlo.
Su ansiedad por conocer su identidad solo aumentaba el entusiasmo del hombre. Pero mientras más queria saber, menos dispuesto estaba él a complacerla.
-Ya te dije, lo sabrás, pero no ahora. Lo que debes hacer en este momento es convencerme de no entregar este video.
Claro, no podía permitir que ese video llegara a manos de nadie más.
-¿Qué es lo que quieres?
Aitana se calmo, mirando fijamente a los ojos del hombre, como buscando asegurar su sinceridad.
-Estoy dispuesta a pagar mucho dinero por ese video.
-Pero y si lo que quiero eres tú?
El hombre la examinaba de arriba a abajo, su mirada parecla desnudarla completamente.
En la mirada de disgusto de Aitana, el hombre soltó una risa burlona, añadiendo.
-Quiero tu cuerpo.
¡Lo que quería era su cuerpo!
El asco de Aitana se mezclaba con humillación. Ella, la legitima heredera de la familia Valenzuela, ¿ cómo podría someterse a un hombre asi?
En este mundo, solo alguien como don Mendoza sería digno de ella.
Pero Aitana sabia que, estando en manos de este hombre, para mantener el video en secreto, o incluso para escapar, tenia que hacer lo que él dijera.
Un silencio extraño llenaba el aire. Tan opresivo que Aitana sentía que no podía respirar. Finalmente. como si el hombre perdiera la paciencia, instó.
-¿Ya lo pensaste bien, señorita Aitana?
Aitana, mordiéndose los dientes, finalmente cedió, relajando su guardia y colapsando en la cama,
cerrando los ojos.
El mensaje no podía ser más claro.
Se escuchaban los pasos del hombre en el aire, y al sentirlo acercarse a la cama, Aitana de repente
pensó en algo.
-Tenemos que tomar precauciones.
Si él quería su cuerpo, solo sería eso. No permitiría complicaciones innecesarias. Los pasos del hombre se detuvieron brevemente, y soltó una risa baja.
-Está bien.
Dicho esto, puso un pie en la cama y de repente agarró la barbilla de Aitana.
-¡Ah! -Aitana abrió los ojos por el dolor, enfrentando furiosamente la mirada del hombre.
Bajo la máscara, los ojos del hombre le provocaron una extraña sensación de familiaridad, pero antes de que pudiera captar más, él le acercó un vaso de agua a sus labios, obligándola a beber.
¿Qué le habia dado a beber? Su intuición le decía que no era solo agua. Y efectivamente, no lo era Dita sensación extraña inundaba su cuerpo como una marea.
Poco a poco, la visión de Aitana se volvia borrosa, ya no podia ver claramente la figura frente a ella, pero el deseo en su cuerpo se hacía cada vez más intenso.
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