Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 53
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Me estaba muriendo de risa por dentro. Evidentemente, Isaac la habia malacostumbrado tanto que ella había desarrollado una cara tan dura como un muro.
Con una sonrisa forzada y en tono frío, le dije: “¿Qué parte de la familia Montes crees que eres? Si mal no recuerdo, hasta tuviste que rogarle a tu papá para cambiar tu apellido, y aun así, tu abuelo no te permitió entrar en el árbol genealógico de los Montes, ¿o si? Eso me hace aún más dueña de este auto, ya que soy la esposa legitimamente casada con Isaac.”
Con cada palabra mía la observaba desmoronarse poco a poco, sintiendo un ligero placer en mi corazón.
Ella apretó los dientes diciendo: “¡Ustedes ya están por divorciarse!”
“Si aún no nos hemos divorciado, sigo teniendo más derecho que tú, ¿entiendes?” Respondi con una sonrisa forzada.
Ella estaba furiosa, mirándome con ira: “Sin vergüenza! Si vas a divorciarte, jentonces hazlo ya! ¿Por qué sigues aferrándote a Isaac?”
“Quién se aferra a quien todavía está por verse.” Contesté con toda intención.
“¿Qué quieres decir?” Sondeó ella, parecía incrédula ante mis palabras y con su rostro lleno de desdén continuó preguntando: “¿Me estás diciendo que Isaaces quien no te deja ir?”
Rei fríamente: “Entonces pregúntale, quién fue el que después de beber vino a buscarme anoche…”
Ella no pudo contener su celos y me abofeteo. No esperaba que se atreviera a golpearme allí, mi mejilla se torció por el impacto, ardiendo de dolor. Los empleados de Montes Global Enterprises que presenciaron la escena se sorprendieron. Cuando estaba a punto de devolverle el golpe, una mano grande y firme sujeto mi muñeca.
Isaac, con el rostro sombrío, me reprendió: “Cloé Coral ¿desde cuándo te gusta recurrir a la violencia?”
Al decir eso, me soltó bruscamente. Mi tobillo, que aún no se había recuperado del todo, me hizo tambalear varios pasos hacia atrás, chocando contra el auto con un ruido sordo. Afortunadamente, no golpeé mi estómago. Sorprendida, lo miré incrédula… Pero vi cómo su mirada ardiente se dirigia a Andrea preguntando: “¿Estás bien?”
“No, no pasa nada, gracias a Dios llegaste a tiempo.” Contestó Andrea, con los ojos rojos y llorosos, parecía frágil y lamentable.
Al oír eso, Isaac volvió a adoptar un tono frio: “Te dije que no la provocaras, ¿no puedes escuchar?”
Andrea intentó excusarse: “No quería provocarla, solo quería tomar su auto para volver a la casa. Sabes, conducir me pone nerviosa.”
“¿Nerviosa y aun así quieres tener varios autos?” Isaac respondió con sarcasmo, pero su decisión final fue indulgente: “Ve y toma mi auto.”
Andrea respondió con voz suave, pidiéndole las llaves del auto: “Está bien, entendido. Entonces te esperaré en el auto.”
Mientras pasaba por mi lado, el desafio en sus ojos era evidente. Los transeuntes curiosos no pudieron evitar murmurar claramente:
“Parece que la recién llegada al departamento de diseño realmente es la señora del presidente.”
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Canitule 53
“Si, incluso golpeó a la supervisora Coral y el presidente aún la protege.”
“Eso es obvio, ¿a quien protegerias tu, a tu esposa o a una extraña?”
“Tienes razón, pero pobre supervisora Coral, no sé cómo se metió en problemas con la señora del presidente…”
Yo, por mi parte, me hice la sorda, manteniendo la mirada fija en Isaac, quien finalmente giró la cabeza hacia mi, su mirada era profunda y fria al decir: “Era necesario recurrir a la violencia por solo querer subirse al auto?”
Mis ojos se llenaron de lágrimas, me acerqué a él con la espalda recta, mostrando solo la mitad de mi rostro que aún ardia de dolor. Sin duda, la marca de la bofetada estaba alli. Si él me miraba más de cerca, veria que yo solo estaba defendiendome. Pero el no lo hizo. Toda su atención estaba en Andrea. La decepción en mi corazón era tan densa que parecia imposible disiparla.
Seleccionando cuidadosamente cada palabra dije: “Isaac, mirame bien, ella fue la primera en golpearme.”
Solo entonces notó la marca en mi rostro, frunciendo el ceño: “¿Por que no lo dijiste antes? ¿Te duele?”
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